Pensar en la Dialéctica hoy por hoy, es casi sinónimo de pensar en Hegel, aunque no nazca en él. Por lo que este trabajo, se presenta como el inicio de una sucesión de escritos que pretende explicar —sin ínfulas de ser una doctrina erudita— que esta concepción metodológica, es el resultado de una adopción progresiva a través de la historia de la filosofía que termina hallando a su máximo representante en aquel filosofo alemán y que aún así no termina con él.
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De izquierda a derecha: Platón, Hegel y Marx. Foto de edición propia. |
La dialéctica tiene sus primeros avistamientos teóricos en la antigua Grecia durante el siglo VI A.C. Puesto este panorama así, implicaría un recorrido inmersivo durante la historia de la filosofía occidental, pero de lo que se trata, es de realizar un repaso crítico de esta concepción en las doctrinas o enseñanzas de los grandes pensadores del pasado y cómo este enfoque determinó las distintas respuestas filosóficas planteadas en cada época.
La palabra dialéctica proviene del griego dialetiké y esta a su vez del verbo dialégomai que significa el arte de dialogar y de la discusión. Si bien el término es utilizado desde ese entonces, es Hegel quien la define en un sentido favorable como,
la aplicación científica de conformidad con las leyes inherentes a la naturaleza del pensamiento.
En la antigüedad algunos pensadores entendieron por dialéctica el arte y método de descubrir la verdad al lograr hacer que al utilizarlo de manera práctica en los debates, salieran a flote las contradicciones en la argumentación del adversario y que estas mismas evidencias lograran hacer que se superaran estas contradicciones —del cual Sócrates sería uno de sus máximos exponentes—.
Quizá el adagio más conocido al respecto en la antigua Grecia es el que proviene de Heráclito, el cual enseñaba que todo existe y al mismo tiempo no existe, al ponerlo en analogía con aquel río en el que todo fluye y perpetuamente cambia. Sin embargo, la dialéctica en esa época no logro ser profundizada, y sus estudios incipientes no permitieron prever que sin la relación universal de los fenómenos, no se podría obtener un panorama nítido y general del mundo.
La dialéctica como concepción metafísica del mundo
Desde la segunda mitad del siglo XVIII esta concepción se ve agobiada y arrinconada por los aportes de Kant y sus escritos en torno a la teoría de la formación histórica del sistema solar y hallaría su culminación en Hegel. De esto Engels diría,
Su gran mérito —refiriéndose a Hegel—fue el retorno a la dialéctica como forma superior del pensamiento.
Para Hegel la dialéctica fue la primera en presentar en forma de proceso todo el mundo natural, histórico y espiritual como un continuo movimiento, cambio, desarrollo y transformación. Como el filósofo alemán era idealista, él veía este proceso en el desarrollo espontáneo de la “idea absoluta”. De modo que el pensamiento, venía a ser el creador de la realidad.
La concepción dialéctica en la ciencia
Fueron Marx y Engels los que la hicieron posible al liberarla de la fuerte influencia idealista hegeliana. Ellos llevaron adelante lo que se denomina como la doctrina del desarrollo materialístico y dialéctico. Su punto de partida fue hacer de la postura de Hegel, su elemento racional y su posterior reelaboración, les permitió crear su propio enfoque materialista —una base contrariamente opuesta al idealismo de Hegel—.
Si bien luego este concepto sufriría innumerables deformaciones, transformaciones y aplicaciones en manos de muchos filósofos, en todos subyace una definición que más o menos podrían bien compartir. Esto es que ella se puede describir como un método filosófico que se opone a otro en general. Esta idea ha sido tal fuente fértil de cultivo que, exponencialmente, la dialéctica se convirtió en una doctrina del desarrollo y de la relación universal. Esto gracias a que permite ser concebida como un proceso que considera todos los fenómenos como en eterno movimiento y mutación. De tal suerte que, el desarrollo de la naturaleza misma, vendría a ser el resultado de una lucha inextinguible y perenne de las contradicciones que en ella existen.