La banalización de la salud mental en tiempos de 'coaching motivacional', famosos e 'influencers'

“Escribimos para saborear la vida dos veces: en el momento y en retrospectiva.”
– Anaïs Nin
Columna de opinión. 

En la actualidad si quieres ser una persona que demuestra empatía y conciencia social en redes sociales, sí o sí debes hablar de salud mental y pronunciarte a favor de su importancia y su divulgación; con ello tendrás la tal anhelada ‘aprobación’ social que tantos buscan y desean obtener por ahí. 

Este tema es bien conocido y algunos  sacan provecho económico de tal situación —ignorando o tal vez no— las consecuencias perjudiciales de llevar a cabo esas prácticas. Si se repiten ‘lugares comunes’ como: “la salud mental es la base de todo; sobre eso se construye lo demás. Sin salud mental, no hay salud física”. Lo lograrás a cabalidad. Sin embargo, los medios de comunicación, instituciones estatales del ‘tercer mundo’ y las grandes mayorías solo se preocupan por ella cuando un famoso se pronuncia al respecto. Antes y luego de ello, permanece en el espectro de invisibilidad en el que lo han mantenido por tanto tiempo ya.

Comprender que los problemas de salud mental afectan la forma cómo alguien piensa, se sienta, se comporta y se relaciona con los demás; inicia por tomarse con seriedad tal problemática, por ende, su tratamiento debe estar en manos de profesionales bien calificados para ello, es a lo que se debe apelar. Y no acudir a explicaciones de aquellos que se elevan como voceros de la verdad con ‘curas mágicas’ o falacias ingenuas, nocivas y contraproducentes.
De izquierda a derecha: J. Balvin y Rafael Santandreu. Foto de edición propia.
La salud mental se presenta como uno de los grandes retos de nuestra época, el sistema económico, político y social a eso ha llevado  a millones alrededor del mundo. Pero, ha tenido un mayor énfasis en este tiempo de pandemia, pues, diversos factores han hecho que el desgaste físico y mental de las personas y los desenlaces fatales son temas que ya no se pueden postergar, y han elevado el llamado de urgencia a entender el papel fundamental que cumplen  los sistemas de salud en ello. Causalmente, por denuncias hechas por varios profesionales de la salud mental, es uno de los temas más ignorados por el estado y la ‘opinión pública’. Al respecto, la OMS ha dicho que,
cerca de 1.000 millones de personas viven con un trastorno mental, tres millones mueren cada año por el consumo nocivo de alcohol, y una, en promedio, se suicida cada 40 segundos.

En contexto colombiano

En el pueblo colombiano, este es un tema muy ignorado. Prueba de ello, la pobre y poca divulgación de las políticas publicas como medidas para confrontar esa problemática de salud mental. Comprobación de ello a pequeña escala y solo como elemento de ejemplificación, es que muchos somos lo que nos incluimos en el hecho que, en nuestra formación académica básica primaria y media jamás se nos mencionó nada al respecto. Cuando es algo por el que casi todos hemos pasado en algún momento de nuestra vida.
Pero, ante esto, ¿cómo concibe el aparato estatal y gubernamental actual los problemas de salud? Pues, de la siguiente manera.

Concepción de la salud mental en Colombia desde el ministerio de Salud

En Colombia la Ley 1616 de 2003 define la salud mental como:

un estado dinámico que se expresa en la vida cotidiana a través del comportamiento y la interacción de manera tal que permite a los sujetos individuales y colectivos desplegar sus recursos emocionales, cognitivos y mentales para transitar por la vida cotidiana, para trabajar, para establecer relaciones significativas y para contribuir a la comunidad.

Un fenómeno invisibilizado, pero curiosamente, por algunas semanas esto se vuelve un tópico de preocupación en redes sociales cuando algún famoso sale a hablar de ello. Y el cinismo radica en que muchos lo tratan como un fenómeno aislado, que antes no había existido. Por ejemplo, cuando J. Balvin contó en público sus problemas con la ansiedad, los ataques de pánico y la depresión, lo mostraron como alguien muy vulnerable, el cual había estado dos meses sin salir de la cama, llorando casi cada noche. La crítica aquí al respecto, no radica en no comprender ni mucho menos en burlarse de esa afección que le fue propia —no se tocará aquí el ya muy desdeñable acto cirquero de su lugar y modo de meditación que hizo como parte de su proceso de ‘sanación’—. Ni más faltaba. Si no que se enfoca en, que se le presentó como un ejemplo de superación a través de técnicas ingenuas y sin sustento académico y científico. 

De su caso se dijo que se le admiraba por el hecho de haber salido del agujero solo con ayuda de medicación y meditación —y con varios libros de colorear, posiblemente mándalas—. Gracias a J. Balvin se hizo de ello un discurso altamente nocivo y prejuicioso —ya altamente infundido en una sociedad tan desinformada como la colombiana— no solo contra los problemas de salud mental, sino en contravía de los procedimientos para confrontarlas que tanto ha costado forjar con la intención de manera consolidada, mejorar la vida de muchos de manera responsable y verídica.  Luego, él ha hecho algunas declaraciones con respecto a tomarse esto de manera seria, pero también hace afirmaciones  llenas de falacias como por ejemplo cuando en junio de este año dijo que:

“Creo que hemos salvado más vidas que cualquier psiquiatra. La música tiene un poder muy grande sobre las masas”.

Por ahí se dice que, cada quien le hace frente sus adversidades como puede —según sus facultades y recursos—; lastimosamente a J. Balvin hay que decirle, que eso no es suficiente en todos los casos. Sino que, puede ser superfluo, prejuicioso, engañoso y en muchos aspectos, contraproducente; teniendo en cuenta que por su fama, es para muchos un ‘influencer’. 

Sobre algunos perjuicios de la desinformación y la ingenuidad 

Siempre han existido individuos que han sabido sacar provecho de los males de los demás, antes eran los brujos, rezanderos, chamanes y demás, hoy los son los estafadores y los que se dedican al coaching, principalmente. 
Primero, para hablar de estas personas, se debe dejar en claro que los llamados coach de la motivación no son psicólogos, ni profesionales expertos en salud mental. Y debido al hecho que, muchos deciden acudir a un coach en lugar de un profesional de la salud mental, esto se ha convertido en serio problema para muchas personas que necesitan ir a terapias.
Pero, ¿cuál es la base de un coach? No es muy difícil de prever, es la ontología, es decir, el ‘estudio’ del ser —si por estudio se entienden cuatro semanas en las que muchos obtienen sus certificados—. El coaching tiene por principio, enfocarse en las ‘significaciones’ y ‘re-significaciones’ del individuo, para así lograr con ello trabajar las distintas áreas de la vida de las personas, y por ende, motivarlas, brindarles las estrategias para construir y concretar cambios por medio de acciones. Sí, es SU metodología ‘universal’, no una terapia como tal.
El coaching tiene como premisa —tal vez no del todo inválida— de la acción a partir de la reflexión. Lo que busca es un rol activo del paciente, para que desde la auto-gestión le conduzca una vida más sana, eficiente y activa. Pero, esto debe de hacerse de manera personalizada —entendiendo que los procesos y las significaciones varían de persona a persona—, pero ellos toman esa metodología ‘universal’ que no se debe aplicar en todo tipo de paciente, para hacerlo de esa manera.
Creo que casi cualquier psicólogo serio y profesional estará de acuerdo que, un coach no puede tratar con personas con problemas de salud mentales serios. Él coach es un consejero y no utiliza terapias o procedimientos ni siquiera comparables a los tratamientos cognitivos conductuales que poseen una base científica comprobada y han sido comprobadas en el campo de la salud mental y que varían de paciente a paciente. 
Quizá una de las razones por las que las personas deciden acudir a un coach antes que a un profesional en ese ámbito, debe ser en esa mirada y concepción narcisista, egolatra y miope de que se suele ser presa, y por lo cual se busca acudir en esencia, a quienes nos dicen lo que queremos escuchar y evitar ese doloroso y nada agradable proceso de confrontación y cooperación para identificar y tratar el por qué de su sufrimiento. 
Ahora bien, es importante peguntarse lo siguiente…

¿Por qué las personas que padecen problemas mentales y/o trastornos no buscan atención en salud?

Los motivos son variados, estos van desde el desconocimiento sobre temas de salud mental y
los servicios relacionados con su prevención, atención y rehabilitación. Sin desconocer que existe un gran número de personas con trastornos y problemas mentales —así como sus familias, como principales agentes en aquel papel patógeno de ellos— por los cuales los primeros no acceden a los servicios de salud debido al estigma público y al auto-estigma al respecto. 
Como Foucault ya nos enseñó —principal, aunque no exclusivamente en su obra Historia de la locura en la época clásica— a través de las diferentes épocas se han construido estereotipos fuertemente arraigados y reproducidos en relación con la peligrosidad, incompetencia y falta de voluntad de las personas con trastornos mentales. 
Lo anterior, se ha originado principalmente —cómo no ha de serlo— por el desconocimiento sobre la forma de identificar y tratar los problemas y trastornos mentales de manera oportuna, además como señala el ministerio de Salud de Colombia,

Por su tratamiento y pronóstico, así como su manejo en la familia y la comunidad, un gran número de personas generan prejuicios muy comúnmente asociados al temor y/o la rabia, los cuales llevan a la discriminación de las personas con trastorno o problemas mentales y sus familias.

El prejuicio como cabría de esperarse, conlleva entre otras muchas cosas, a un miedo de llevar a un comportamiento de estigmatización —en lo referente al aislamiento y evitación de esas personas—. Que se presenta en casos tales como por ejemplo, por el hecho de que los empleadores no quieran personas con trastornos mentales a su alrededor, así que no las contratan. Lo que podría agravar la crisis ya de por sí existente para las personas con este tipo de problemas de salud mental.
Y ni hablar del auto-prejuicio que conlleva a reacciones emocionales negativas, 

especialmente autoestima y autoeficacia bajas, que a su vez generan comportamientos tendientes a  fracasar en buscar un trabajo o en aprovechar oportunidades para vivir independientemente.

Según el ministerio de Salud de Colombia, en el siguiente cuadro se resume la forma de cómo se crean los estigmas y sus componentes clásicos —desde lo aportes del enfoque de la psicología social—.
Tomado del artículo: la lucha contra el estigma y la discriminación en salud mental una estrategia completa a basada en la información disponible. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2008, vol. XXVIII.

Algunos que también padecen las consecuencias de tales estigmas 

Para aquellos que no son muy conscientes de todo esto, habría que decirle que las consecuencias negativas de tales estigmas afectan a las personas con problemas y trastornos mentales, pero también a aquellos quienes les rodean —generalmente, sus familias en primera línea—. 

Esto es así, porque las tensiones e incertidumbre que experimentan debido a que los primeros, les ‘conducen’ por esa ya conocida tendencia a alejarse de su red social y por la necesidad de dejar sus actividades laborales para convertirse en cuidadores, especialmente en periodos de crisis y recaídas.

¿En manos de quiénes puede estar la ‘solución’ a tal problemática?

Una respuesta sensata y responsable, debe dirigir su mirada hacia esa mirada integral de la inclusión social de éstas personas con oportunidades reales y tangibles hacia la calidad de la atención en salud. Además, de que se presenta indispensable hallar ese punto de integración en el que los diferentes sectores —educación, cultura, deporte, justicia, trabajo, comunicaciones y la comunidad en general— transformen sus estereotipos, prejuicios y conductas discriminatorias con los ajustes razonables que permitan el acceso de estas personas a programas y servicios que una sociedad como la nuestra le puede y debe brindar.

Ahora bien, sin pretensión de ser dogma, aquí voy a resumir algunas claves de algunos teóricos y académicos certificados y especializados, con el fin de comenzar a identificar en qué punto podría llegar a considerarse el punto en que la conducta anormal—en el marco de la salud mental—.

Sobre conductas normales y anormales en el marco de la salud mental

Los autores, Moisés Mebarak, Alberto De Castro, María del Pilar Salamanca y María Fernanda Quintero —todos ellos profesionales de la salud con amplio recorrido laboral y académico—, en su texto Salud mental: un abordaje desde la perspectiva actual de la psicología de la salud dicen que, es muy frecuente que los profesionales y estudiantes de la psicología y carreras afines se preguntan qué es la conducta anormal, y desde ese momento, se considera que para responder a tal cuestión, lo primero que habría que hacer es partir del hecho de que todos los días las personas tratan de comprender a sus semejantes, y no siempre pueden determinar por qué alguien hace o siente algo. 

y es que en realidad, uno mismo no siempre comprende por qué se siente y comporta de determinada manera. Lo que, 

De por sí es complicado entender lo que se considera una conducta de los límites normales, por lo que resulta todavía más difícil comprender aquella que va más allá de la normalidad. (Davison & Neale, 2002, p. 30). 

Por lo que al respecto, ahora resulta esencial en este momento recordar las enseñanzas del psiquiatra y psicoterapeuta, Irvin Yalom cuando nos recomendaba en su obra El don de la terapia, dejar de hacer diagnósticos de buenas a primeras. Acciones que tienen más efectos negativos que positivos y por ende, nos invitaba a dejarle esa labor a las compañías de seguro.  

En la actualidad, Mebarak, Castro, Salamanca y demás, afirman que los teóricos de las ciencias sociales consideran que se pueden mirar varios componentes para comenzar a hablar de anormalidad. Estos son:


  • Infrecuencia estadística. Al afirmar que alguien es normal, se da a entender que no se desvía significativamente del promedio de rasgos o conductas comunes de una población general; es decir, no se separa desproporcionadamente de las características específicas y patrones de comportamiento del común de las personas en un entorno. 

  • Violación de normas. Se ha dicho que la conducta anormal es también aquella que viola las normas sociales y constituye una amenaza (en algún grado o sentido) o produce ansiedad en quienes la observan. 

  • Aflicción personal. La anormalidad sugiere la idea de sufrimiento personal. En este sentido, la conducta puede ser anormal si le produce una gran aflicción a quienes la manifiestan, así como dolor, disfuncionalidad y/o tormento. 

  • Incapacidad o disfunción. Hace alusión a que el individuo está imposibilitado para alcanzar alguna meta (personal, social, familiar, laboral, etc.) debido a su estado mental, afectivo y/o de comportamiento.

Sin embargo, los autores concuerdan que, no existe una línea divisoria rígida que separe con precisión a la persona mentalmente sana de la que no lo está; esto se presenta así, por el hecho de que existe toda una gama de grados de salud mental y no hay una característica singular y universal que pueda tomarse aisladamente como evidencia de que se la posee. 

Los autores también hacen una invitación a la precaución y mesura, pues si se llegara a presentar la ausencia de uno de esos atributos que se mencionaron, tampoco puede admitirse como prueba de “enfermedad” mental. Y al público joven que pueda leer esto decirle:

Nadie mantiene durante toda su vida las condiciones de una “buena” salud mental.

De allí la importancia de no ver esto como una etiqueta para toda la vida. Hay que saber buscar asesoría y terapia profesional. Ahora bien, no está de más, considerar a continuación, qué aspectos básicos le son propias a las personas consideradas sin problemas mentales. 


Concepciones acerca de las personas consideradas mentalmente sanas 

Seguiremos en este punto, los apuntes de los autores para ello. Y ellos citan un artículo titulado El concepto de salud mental (Pachecho, 2005). El cual expresa que estos se identifican como los siguientes:
  • Están satisfechas consigo mismas. No están abrumadas por sus propias emociones (rabia, temores, amor, celos, sentimientos de culpa o preocupaciones). Pueden aceptar las decepciones de la vida sin alterarse dramáticamente. Tienen una actitud tolerante y relajada respecto a la propia persona y a los demás. Son capaces de reírse de sí mismas. 

  • Se sienten bien con los demás. Son capaces de amar y tener en consideración los intereses de los demás. Sus relaciones personales son satisfactorias y duraderas. Son capaces de confiar en los demás y están abiertos experiencialmente a que los otros confían en ellos. Respetan las múltiples diferencias que encuentran en la gente. 

  • Son capaces de satisfacer las demandas que la vida les presenta.Aceptan sus responsabilidades ante los problemas que se van presentando. Modifican su ambiente cuando esto es posible y se ajustan a él cuando es necesario. Planifican el presente de cara al futuro, al que enfrentan, en vez de evadirlo, a pesar del posible temor que puedan sentir. 

De manera que, esto nace como una iniciativa para la reflexión de la importancia de que, primero, se debe presionar para que toda política pública de salud mental deba orientarse a promover, aumentar y proteger la salud mental de todas las poblaciones del país —sin discriminación alguna—, tanto a nivel individual como colectivo. Para que lo anterior, sirva de soporte para el diseño y desarrollo de programas tanto de prevención como de su posterior tratamiento; los cuales deben pensarse y diseñarse para estar destinados a enfrentar las diversas problemáticas en este campo. Y con ello, otorgar a la población afectada, herramientas dignas y responsables hacia esa gran problemática que aqueja a millones y millones hoy por hoy. 

Segundo, no visibilizar los problemas de salud mental solo cuando un famoso se pronuncia al respecto por haberlo sufrido. Y que ello no sea sinónimo de romantizar el sufrimiento de los demás, pues el dolor por sí mismo no suele ser maestro y/o guía para hallar la solución a estos problemas. Además que pueden volver insulso y superficial el tratamiento del mismo. 

Tercero, saber asesorarse y comenzar a transformar los prejuicios y sus estigmas. Por último, la invitación a la constante reflexión para saber cuándo se está bien y cuándo no. Y que ello nos lleve a dejar esas etiquetas ‘inamovibles’ que suelen ser asignadas a estas personas innecesariamente. Esa es la clave para dar el primer paso de prevención y el actuar al respecto. 
Camina hacia el futuro

Yeisson X

Médico especializado en Neurología. Abogado con énfasis en Derecho Penal. Bueno, todo eso querían en mi familia. Estudié Comunicación Social – Periodismo, escritor y buen amante.