Cali también es una historia de dos ciudades

“Escribimos para saborear la vida dos veces: en el momento y en retrospectiva.”
– Anaïs Nin

 Columna de opinión. Por: Yeisson X

Son varias cabezas sangrientas, unas cuantas decenas presos, los que están desaparecidos quizá ya comiencen a aparecer en estos días flotando en el  río Cauca; suenan algunas llaves en las manos de alguien, se escucha susurrar a otro: “deben ser de las bodegas. En tiempos de redes sociales, son una especie de fortalezas malditas”. Algunos carteles mojados en el piso, junto a uno que otro panfleto más reciente que ya aparecen por ahí. En la mente de ambos bandos, los recuerdos de antiguos muertos de desesperación; he aquí lo que lo que se escolta desde el 28 de abril de 2021, los pasos ruidosos del arrabales subyugados enfrentados contra otros de su misma especie, pero más enajenados.


Foto de edición propia.


Los habitantes de Cali no somos ni miserables ni privilegiados -al menos, no todos-, somos en esencia, seres incoherentes, grotescos, indiferentes, ambiciosos, algunos buenos, otros malos; ante todo, ambiguos. No podemos culparnos a nosotros solamente. Somos producto de una pésima sociedad. Aún con nuestros vicios y sus virtudes, ambos bandos somos esclavos de una desigualdad económica y social heredada, inoculada desde sus más variados matices y complejidades, tan vivida, tan sentida que terminó siéndonos muy en el fondo, resignada y, por lo tanto, asumida. Aunque casi todos padecemos de muchas cosas,  parece que, todos sí compartimos problemas, inquietudes y miedos similares, que se los achacamos principalmente, a aquel que tenemos en frente. Aquí no todos tenemos nuestras luces, pero si todos tenemos nuestras sombras. 


Como si no fuera suficiente con haber errado el camino -al haber luchado el mismo pueblo contra el pueblo-, cuando el cansancio abrumaba, entre el manto que lo cubre lo todo, apareció aquel señor marqués, y desde que puso el primer pie en este territorio, solo nos miró con indiferencia al ver nuestras cabezas llenas de sudor sobre el piso, a los infelices que tanto se inclinan ante él, casi le prestan su cabeza como alfombra, así como los que antes que ellos, se habían inclinado ante aquel tipo que se vestía como Napoleón, para poder ubicar a sus hijos y nietos, como futuros congresistas y hasta presidentes. Solo hay única diferencia entre los primeros y los segundos, que unos tenían la cabeza baja por dignidad y los segundos siempre la han inclinado por ambición. 


Ya no eran los mejores tiempos, ni los peores tiempos, era el siglo de la locura, de la resignación, del llanto y del dolor. Era el siglo de la razón, pero para otras tierras. Aquí todavía es la edad de la fe, era de las credulidades y de las incredulidades. Cuando se creía llegaba la época de la luz, resulta que nos envolvió nuevamente la época de las tinieblas. La primavera de la esperanza se vislumbraba en forma de inyección, pero nos llegó con mayor ahínco el invierno con forma de desesperación, ya no nos caía solo agua, sino también plomo, roca y perdigones. Algunos solo obtuvieron hematomas, otros perdieron ojos y algunos sencillamente no volverán a casa, al menos, no vivos. Nunca lo tuvimos todo, pero desde hace más de un año, pareciera estamos condenados a quedar en la nada. Algunos siempre han estado en un pedacito de la sucursal  al Cielo, el resto vamos de cabeza al Infierno. Aquí a la gran mayoría, solo nos pueden referenciar en una sola forma, en un estado superlativo, tanto para bien como para mal. Y creo que precisamente eso, es lo que nos está sentenciando a una horrible condena

Camina hacia el futuro

Yeisson X

Médico especializado en Neurología. Abogado con énfasis en Derecho Penal. Bueno, todo eso querían en mi familia. Estudié Comunicación Social – Periodismo, escritor y buen amante.