Amores pasajeros,
como hojas en el viento,
llegan, fluyen, se van
sin más que un breve aliento.
Nos dejan cicatrices,
recuerdos fugaces,
y nos hacen cuestionar
si alguna vez fuimos audaces.
Pero con la madurez,
llega la serenidad,
el saber que todo cambia,
y que nada es para siempre en realidad.
Aprendemos a disfrutar
el momento presente,
y a no aferrarnos
a lo que ya no está presente.
Así que dejemos ir
a esos amores fugaces,
y demos la bienvenida
a la paz y a la serenidad que vienen en su lugar.