[Querido, amigo mío]:
El tiempo, oh tiempo,
Ese ser inescrutable y profundo,
Que con su aliento acaricia nuestras almas,
Y con su mano esculpe nuestro rumbo y destino.
El tiempo, ese cruel enigma
Que nos abraza y que nos envuelve,
Que nos maravilla con su innegable ida y venida;
Que nos sumerge
Unas veces para bien y otras para mal,
En un mar de titubeos e incertidumbres,
Que nos hace poner en tela de juicio muchas cosas,
De historias y hasta de nuestro propio ser.
Con él no parece haber caminos fijos,
Todo es vacilación.
Ante él, solo somos aves de paso,
Y un par de renglones en un libro,
Con páginas que siguen escribiéndose hasta el infinito.
Y así, en esos pequeños espacios,
Qué bien nos corresponden,
Nos vamos transformando con el tiempo,
Dejando atrás lo que ya no nos sirve,
Y abrazando lo que nos hace sentir vivos,
En este camino corto e incierto
Que conocemos y que llamamos vida.
El tiempo, ese implacable gigante que todo lo abarca,
Que con su lento caminar va dejando su huella,
Que nos arrebata lo que más amamos,
Y que nos transforma en seres distintos.
Pero no debemos temerle, oh no,
El tiempo es un maestro sabio,
Que nos enseña a amar y a olvidar,
A ser pacientes y a esperar,
Y aceptarlo o fallecer
En el vano intento de pretender negarlo.
No lo miremos con temor ni con tristeza,
Sino con una mirada llena de esperanza,
Porque, aunque el tiempo todo lo transforma,
Siempre hay algo que permanece.
Un recuerdo, una emoción, un sentimiento,
El tiempo arrebata muchas cosas,
Y brinda otras;
Él nos hace seguir adelante,
O, bien, nos lleva por delante.
Así que no temas al tiempo,
Abrázalo con fuerza y con pasión,
Porque, aunque no cure nada por sí mismo,
Siempre lo transforma todo,
A veces en odio,
Otras muchas en amor.
Nos conviene pronto,
Aprender lo siguiente, querido amigo mío;
El tiempo es y será
Hasta el fin de los días,
Nuestro más grande aliado
Y nuestro mayor enemigo.