Acerca de la ‘posibilidad’ como PRINCIPIO, MEDIO Y FIN

“Escribimos para saborear la vida dos veces: en el momento y en retrospectiva.”
– Anaïs Nin

Experiencia personal en la Casa De Encuentro Franciscana  Villa Asis, Jamundí, 21 de mayo de 2022

En la imagen: San Ignacio de Loyola y una copia de la portada de sus Ejercicios Espirituales. Foto de edición propia.

Una ceremonia, una luz, un rayo de luminosidad tenue y algo débil aún —y me refiero a la que me fue propia como a la de aquel lugar—, pero constante y estable, suficiente para vencer la oscuridad que abrumaba todo el lugar; toda ella sumada no podía con una pequeña versión de ti. Qué aunque pequeña, esperanzadora. Así es tu esencia, así es su Verdad. Además, una voz profunda y grave inundaba el lugar narrando una interpretación de cómo fue el inicio y cómo sería el final de todo en cuanto somos y seremos. Aunque en el rol que podía desempeñar cada uno allí desde aquella silenciosa, reflexiva y contemplativa presencia y participación en ese encuentro, cada vivencia era diferente, así cómo debían de ser los motivos por el cuál todos convergimos allí durante esos cuatro días, yo aquí puedo contar lo que desde mi limitada perspectiva sentí sentí allí y que ha motivado lo que diré a continuación.

Hasta aquel momento yo no sabía ni me imaginaba lo difícil que es ver y sentir esa ‘posibilidad’, en especial, al menos en este caso, porque para poder verla, sentirla y experimentarla debía verme a mí mismo primero; y es que si yo quería verla —aunque solo ahora comienzo a ver por qué se me hacía tan difícil hacerlo—, es porque, en mi opinión resulta necesario el llevarlo a cabo a través de tres cristales.

El primer cristal creo que se compone de lo que nosotros llamamos: QUERER. El cual compone el estadio del PRINCIPIO. En él debe existir un querer saber, sentir, creer para lograr comprender; pero para quienes no poseemos las herramientas formativas de ese tránsito, podríamos hallarnos confusos y sin un rumbo claro al inicio. Por eso, los ejercicios espirituales son un gran primer paso hacia ese querer saber, ese querer encontrarse y hallar respuestas a lo que antes solía escabullirse con grandilocuente facilidad . Hay que tener un horizonte muy claro, La Voluntad es la base. Su fuego, es el motor del transitar. 

Los Ejercicios Espirituales son esa primera fase hacia ese ‘objetivo’, pero aquí se hacen en compañía, una silenciosa compañía. Se cuenta con un guía general que te muestra un camino, un modo de cómo se puede transitar, pero las decisiones en ese recorrido a través de ese sendero son de uno mismo. El dilema siempre será discernimiento y elección. No es muy claro al inicio, pero el Principio, El Medio y El Fin son una mera ‘posibilidad’ porque bajo el principio del libre albedrío esa ‘posibilidad’ en por y para ella, es sobre todo, una decisión, una elección, un querer de cada quién el adoptarla y tomarla. Porque  como está escrito esa ‘posibilidad’ se revela por la fe y para la fe. (Rom. 1:17).

Los tercos, los temerarios y desafiantes que poseen buenas voluntades hacia el bien común, en el que es probable que yo me pueda contar allí, tarde que temprano, han notado, han aprehendido y comprendido que, solos no podrán hacer lo que se anhela. Pues, el cambio que se busca radica en la fuerza que brinda la unión, la compañía. La ‘posibilidad’ nos brinda libertad, por eso ella surge de manera individual, pero se manifiesta con su fuerza y gracia en plural. Siendo así que, querer optar por decidir ser parte de algo más grande que la propia individualidad, es un principio hacia la transformación interior. Allí se comienza a hacer realidad La Voluntad. 

La vida y sobre todo los golpes no han enseñado que el hablar con contundencia y hacerlo con pocas palabras es de buen gusto, pero aprender a querer estar callado aún cuando tienes motivos para explotar en el hablar, requiere de un talento y un compromiso inusitado. Hay quienes afirman que la madre Santa Teresa de Calcuta decía que Dios es amigo del silencio. Pues bien, quien haya vivido y sentido el silencio en los retiros espirituales bajo las enseñanzas compartidas por San Ignacio de Loyola, comprenderá que esas palabras tienen un significado enorme. En los ejercicios espirituales, el silencio no es un mero elemento retórico, porque en la práctica de estos ejercicios, él nos permite comprender que cuando más torpe la razón se halla y se halló, fue, es y será para reflejar que quien mejor habla, es quien mejor logre acallarse.

Pero, no podemos engañarnos, ese silencio solo es exterior, al menos durante los primeros días porque internamente hay mil veces y mil veces más imágenes que vienen, se van y luego regresan a cada uno allí. Es un confrontamiento con uno mismo, pero sin el anhelo de la flagelación. Sino de una síntesis superadora de las razones y motivos que nos condujeron hasta allí. Ser una mejor versión de sí mismos con el objetivo de descansar nuestra mente, nuestro corazón y todo nuestro ser, es la luz que se posa sobre el oriente al que se debe dirigir con ello. El silencio se nos presenta allí como un infinito, un movimiento que no cesa,  sin  límites… solo lo hacen los que nos imponen a cada uno, nuestras propias palabras..

El segundo cristal está compuesto de tres elementos, el REFLEXIONAR, el DISCERNIMIENTO y la ESCRITURA, que componen el estadio del MEDIO.  Quien se inicia en esos ejercicios, se asombra por una ambivalencia que le envuelve allí, esto es por la paz, tranquilidad y serenidad del lugar pero también por la agitación interior a la que se es sumergido por la razón propia de los mismos. El ruido es excesivo, pero quien opta por aquella ‘posibilidad’, tiene para sí un refugio, un guía, un abrigo, una mano, un confidente, una luz de esperanza de calidez multiforme y amigable.

Esa ‘posibilidad’ otorga allí no solo su imagen para los participantes, sino que obra de distintas y variadas maneras, como lo es de poner también parte de su gracia como lo son esas almas que nos brindan su acompañamiento, para recordarte que ese destino al que quieres acudir o comprender no se recorrerá completamente solo. Sino que en el camino, por unos instantes cortos unos más que otros te acompañarán. Y esa compañía es la parte esencial promotora del cambio, refugio y templo que se anhela cuando se asiste allí. Quizá por eso, y por varios otros motivos, San Ignacio lo denominó Compañía.

Todo está pensado y diseñado para que cada quien en su discernimiento pueda encontrar sus respuestas por sí mismo, detalles como lo de las agendas o cuadernos que te brindan junto al manual de estudios y reflexiones —que sirve a modo de guía no de adoctrinamiento o de manual dogmático—, y que sus caras opuestas están en sentidos contrarios que convergen en la mitad del cuaderno en una única página que no tiene logos ni marcas de agua como sí las tienen todas las demás páginas de este cuaderno a modo de bitácora; parece ser un llamado justo y necesario hacia el paso del discernimiento, una constancia palpable de lo sentido y pensado; una historia escrita por uno mismo, para no olvidar ni para quedarse anclado allí, pero sí para construir sobre o a partir de ello también; no se puede negar que esos son detalles de fina coquetería que te dicen —sin decirlo explícitamente— que el objetivo es encontrarte contigo mismo, pero debe hacerse reflexionando, escribiendo, obrando, haciendo y esforzándote. 

El tercer cristal es el HACER ACONTECER que compone el estadio del FIN. Creo que, según los principios rectores de los ejercicios espirituales y de las enseñanzas que proporciona aquella ‘posibilidad’, el fin mismo es obrar bajo ellas —es decir, bajo sus enseñanzas—. Y con ellas, hacer acontecer su Voluntad. Pero, esto se logra con disciplina, constancia, relacionamiento, determinación, coherencia, humildad, amor sincero, genuino y sobre todo con los demás. De ahí para allá, lo que se desprenda de ello. No ha de ser una voluntad muy fuerte, aquella que no nos motive a obrar. O por lo menos, no una muy esperanzadora. Por ende, todo lo anterior, no ha de hacerse en soledad, sino con el otro, con el prójimo, con el próximo, incluso con aquellos que muchos llamarían no gratos o hasta enemigos. 

El Fin es la relación íntegra con el otro sin renunciar a sí mismo, un llamado a la unidad en la diferencia y sobre todo, en aquello que más nos une. Aunque ello implique, que en algunos casos, uno deba querer más que otro. Aspirar a proezas que nos superan a muchos, como lo es llegar a amar sin llegar a esperar la retribución de ser necesariamente amado.

El llamado al amor hacia el prójimo es, necesariamente, El acto categorial en el que la humanidad alcanzaría La Voluntad. Cuando lo logremos, quizá, comprenderemos que, es el amor, en donde la propia esencia de la ‘posibilidad’ alcanza su completa consumación y es lo más probable, la instancia más cercana a entender lo que es esa ‘posibilidad’. Porque todos los caminos parecen conducir a ello; quizá en ese estadio, ya deje ser tan solo ‘posibilidad’, tan solo potencia y sea acto, origen, presencia y destino.

Con la más genuina y sincera consideración, tan solo queda agradecer la maravillosa y reveladora oportunidad al asistir allí que me fue brindada por el padre rector Luis Felipe Gómez Restrepo, S.J. 

Yeisson Vargas Rendón

Camina hacia el futuro

Yeisson X

Médico especializado en Neurología. Abogado con énfasis en Derecho Penal. Bueno, todo eso querían en mi familia. Estudié Comunicación Social – Periodismo, escritor y buen amante.