En este sendero que transitamos todos a la vez, aunque cada quien a su propia manera, tenemos unos faros que lo han iluminado, que lo han hecho más ‘fácil’ de transitar. Pero, debemos admitir que, en él, los hay de varios tipos, a mí me gustaría hoy en el día del Periodista hablar de uno en específico. Me refiero a ese tipo de rayo de luz que viaja, atraviesa nuestras mentes y nuestras perspectivas, como si se tratara de alguien que enciende un fósforo en una habitación muy oscura y logra hacernos ver, aunque sea por tan solo unos instantes aquellos aspectos principales que nos rodeó siempre, pero hasta entonces, nos había sido desconocido, ignorado. Sí, hablo de lo que nos comparten los maestros: sus enseñanzas.
Creo que, a mí circulo cercano, le será fácil saber de quién hablo sin tan solo nombrarlo. Pero, si alguien ajeno a mí me llegara a leer, quizá no lo sepa, se trata de alguien que dejó en mí profunda impresión y admiración. Aunque pueda ser que yo a él le haya desanimado o ‘desilusionado’, él es Lizandro Penagos Cortés. Lo que a continuación diré, es lo que en mi opinión, es una —de las tantas— enseñanzas más relevantes que me acompañan y que él me compartió, quizá sin esa profunda intención, para mi vida y mi oficio.
Pintura de Ivan Aivazovsky. Imagen de edición propia. |
Comenzaré por decir que, ha sido la enseñanza, el conocimiento que he adquirido y el que me ha sido compartido, la razón por la cual hoy estoy dónde estoy y que hace posible este pequeño texto. Quizá, hoy que estoy temporalmente fuera de la academia de manera formal, es que se presenta espacio para lo importante y no para lo urgente. Y esto es algo que desde hace mucho tiempo me traía punzante a un costado. En un estilo metafórico como el de Santo Tomás presionando aquella herida en medio de su incredulidad que nos brindo Caravaggio a la posteridad.
Hoy a su estilo, yo quisiera hacer eso de uno de los modos del profe Lizandro el de la micro-historia con el fin de contar algo sobre él. En el escaparate ya destartalado de la memoria que me es propia, un poco y nada del sumario de anécdotas personales, yo también al igual que él admitiré que una buena memoria puede disimular una inteligencia corta. Por eso les hablaré de algo que le leí y que ya nunca se me olvidó. Es la última línea de uno de sus micro-relatos, titulado, El Taxi; que dice así:
Tal vez lo que hoy siente mi corazón, mañana lo entienda mi cabeza.
Confieso que, en ese momento lo entendí por unas similitudes que tenemos en nuestras historias de vida. Desde aquel instante, me impactó profundamente. Pero, me logró estremecer aún más cuando me dí cuenta que, esas palabras las había logrado entender en un sentido mucho más amplio. En el que entendía y me libraba de muchas cosas y aspectos en mi día a día y sobre todo, en mi carrera profesional.
Yo me acuerdo que Kant nos enseño que, el entendimiento toma forma a través del espacio y tiempo. Sin duda tenía razón, lo que hoy entiendo de esas palabras, sin duda, no se podría comparar esta forma heterogénea y multiforme a esa visión enmarcada y estricta del pasado.
El tiempo con sus pasos que en ocasiones pueden ser muy lentos me ha hecho ver que, aquel panorama de dolor y frustración, del que fui presa por tanto tiempo tiempo, se debía en gran medida, a no poder poner en correlación lo que pensaba con lo que sentía. Hoy no lo he logrado a cabalidad, pero sí he dado buenos pasos hacia ese destino.
Ojalá yo pudiera saber el por qué o para qué estamos aquí y la razón de ser de la vida que hemos debido sobrellevar. Pero, tal parece que, sí hay algo de consuelo al respecto. Pues, hoy de a poco, en este recorrer lento, de a poco, logro comprender el fuego interno que me llenaba el pecho y que determinó el haber estudiado esta carrera llamada Comunicación Social – Periodismo y de cómo poder utilizarla para lograr ser lo que un día soñé.
A veces, despues de inundarme de las noticias diarias, de las múltiples y reiterativas tragedias que suceden en este país, me detengo a pensar en el cómo colaborar a que no sucedan más, Pidiendo un poco de comprensión al de arriba. A veces se me ha ocurrido, que quizá no lo pueda lograr, pero si podría intentar contarla. Y allí, es cuando recuerdo que el profe Lizandro nos hablaba de aquella ‘técnica’ que utilizaba el gran Alfredo Molano para contar la historia del conflicto armado interno colombiano, el de la Imputación, es decir, de poner muchos y varios relatos en la voz de un solo personaje.
Si el periodismo relatara una visión integra y resumida de nuestra sociedad, creo que pasaría por un modo similar al que el profe nos enseño con eso de la Imputación. Quizá sea así, algún día con más madurez y entendimiento que me permita coordinar lo que siento y pienso, tan solo quizá ese día, pueda hacerlo. Y así cumplir lo que le dije después de presentarle ese horrible y mediocre trabajo de grado: Que un día encontraría la forma en que me pueda resarcir de tal agravio. Aún lo he olvidado.
Todo logro en la vida de uno, es en parte, debido a las personas que pasaron por nuestras vidas. Unas dejando unas marcas más reconocibles que otras. Si bien ya no nos unen los espacios físicos del aula, siempre nos unirán las ideas. Espero, haberle hecho un pequeño homenaje aquí con esto, profesor Lizandro. Muchas gracias.
En la foto: Este sí es Lizandro Penagos. Comunicador Social – Periodista, Literato, Escritor y Docente de la Universidad Autónoma de Occidente. Foto de: La UAO. |
Wow! El profe Lizandro se sentirá honrado con éste homenaje. No lo conocemos pero se nota que como docente supo llegar y dejar huella en sus pupilos. Feliz día Yeisson y profe Penagos 👌