En 90 minutos hemos tomado la decisión de no emitir aquellas imágenes violentas que solo pretenden infundir temor entre la comunidad. En nuestro noticiero, rechazamos los actos de violencia sin sentido y no haremos el juego a quienes pretenden sembrar el miedo en la ciudad a través de actos que nada tienen que ver al legítimo derecho a la protesta pacífica.
Aparentemente, nada ‘mal’ hasta allí. Hemos de suponer que cada quién dirige su negocio como quiere. De la gente de a pie no me sorprende que aplaudan como focas este tipo de decisiones ‘inusuales’ en un noticiero. Al fin y al cabo, cada quien consume lo que quiere que los demás digan y muestren lo que él o ella esperan ver o escuchar. Ahora bien, de los profesionales que también se vio compartir y replicar con ‘orgullo’ ese mensaje de Guido Correa, no sorprende. Yo mismo estudié junto a ellos durante un buen tiempo y sé que no hay cómo pedirles pensamiento crítico frente a estas situaciones. Hasta el momento, nada que genere sorpresa. Todo marchaba cómo habría de suponerse.
Pero, cuando me topé con profesionales de la Comunicación con muchos años de experiencia y que inclusive durante mi formación universitaria admiré y ubiqué como estandarte de la aspiración profesional, replicando y ‘enorgulleciéndose’ de dicho mensaje del directos de 90 minutos, fue decepcionante. No vi a nadie cuestionándose acerca de sí esa decisión era acertada o no y por qué. Solo se observó aprobación, ni una sola confrontación crítica frente a este actuar. Y se supone que los comunicadores son el estandarte del pensamiento crítico y reflexivo. Lo cierto es que, no lo hubo en ningún momento por ningún lado y desde ningún horizonte allí.
Ellos mismos -los cuales fueron varios de mis docentes- me recalcaron en múltiples ocasiones y en diversas asignaturas que, en el periodismo uno no se ‘pone’ la bandera de ningún bando; que debe dedicarse a informar, abarcando en la medida de lo posible con gran amplitud el tema que se trata. Es decir, informa con conciencia, moralidad y objetivamente. Eso es lo que nos enseñaron se trataba en esencia de ejercer el periodismo profesional y moralmente. Aunque si algo hay en común en los noticieros colombianos, es que la moral no necesariamente tiene que ver con la labor periodística.
En la academia nos enseñan una cosa y luego -quienes nos lo enseñaron- se enorgullecen de otra muy diferente respecta a lo que hacemos con ello. Me pregunto, si tanto de lo que se critica a RCN, Caracol, El tiempo, Semana y demás; no es otra forma de inclinación ideológica similar pero contraria a lo hecho por 90 Minutos. ¿No estaría mal tampoco el no haberse pronunciado en su momento en contra de ello?
Algo está mal aquí y viene desde sus bases, desde su fundamento en el periodismo. Pues, es gracias a que la información no proviene desde una sola fuente y desde un solo ‘bando’, lo que ha permitido que a nivel internacional sea visible antes los diferentes organismos de protección y también esté en la mira de los múltiples gobiernos, esta compleja y profunda problemática social, económica y sanitaria.
En este punto, el umbral de lo que genera orgullo, ya no se vislumbra. No desde este ambiente paupérrimo de la profesión periodística en el que nos encontramos sumergidos. Quizá el mayor desaire provenga, qué quienes ya están en formación solo perpetuarán ésta situación. Lo más viable que se nos presenta en frente, es desear no volver a saber de ningún comunicador actual. Utópicamente, ojalá, bajo ningún sentido laboral.