Es un dato muy poco conocido, el que se sepa que cientos de millones de personas le deben la vida al químico alemán Fritz Haber (1868-1934). Sus trabajos abrieron la puerta a la fabricación de fertilizantes artificiales, que revolucionaron la agricultura e impulsaron la población mundial a cifras que en el pasado, resultarían insospechadas. Sin embargo, también fue la mente pensante que ideó los gases que sentenciarían miles de vidas durante la Primera Guerra Mundial, víctimas de las armas químicas que barrieron los campos de batalla de la Gran Guerra, ideas que luego se utilizarían en el exterminio sistemático en los baños de gas en los campos de concentración.
|
Foto de edición propia. |
A principios del siglo pasado, Alemania era la meca indiscutida de la ciencia, el simple y revelador hecho de que sólo en química, siete de los premios Nobel concedidos entre 1900 y 1918 fueron de esa nacionalidad, lo demuestran con contundencia.
Entre los científicos que más predominaban en el prestigioso circulo científico e intelectual alemán, se hallaban sujetos tales como Einstein, Planck y Haber. Fritz era miembro de una élite dentro de la élite. Los historiadores lo califican como un ser temperamental, soberbio y quien no presumía de moralidad. Sus biógrafos destacan como prueba de su carácter ambicioso que abandonara la fe judía y se convirtiera al protestantismo para poder progresar en la carrera académica, vetada a los no cristianos y a todo el que oliera al pueblo semita. Irónicamente, después de ser un patriota aguerrido en la primera guerra mundial, de muy poco le servirían sus afiliaciones cuando los nazis subieron al poder en 1933 y fuese objeto de persecución.
|
Soldados alemanes con máscaras para minimizar los efectos de los gases venenosos que se hallaban en el aire en los campos de batalla. Foto de dominio público. |
Los aportes de Haber Fritz a la ciencia
Hace poco más de un siglo que, dos químicos alemanes, Fritz Haber y Carl Bosch, encontraron una manera de utilizar el nitrógeno del aire para hacer amoniaco -elemento principal, con lo que se hacen los fertilizantes indispensables para la alta producción de cultivos-.
Las personas suelen creer que, cuando toman aire profundamente, están llenando sus pulmones de oxígeno. Pues, la verdad es que esto no es así. El hecho es que, casi el 80 % del aire que entra a los pulmones es nitrógeno, el elemento más abundante en la atmósfera, que es vital para la existencia porque, entre otras cosas, es un componente esencial de ácidos nucleicos y aminoácidos. Puede resultar contradictorio, que si bien toda la vida orgánica es pura química reactiva, el nitrógeno al ser inerte pueda servir de agente diluyente del oxígeno en la respiración.
El año de sus mayor aporte a la ciencia, fue en 1907, pues fue en ese año que Haber logró ser el primero en extraer nitrógeno directamente del aire. Como cuenta Benjamín Labatut,
Haber solucionó la escasez de fertilizantes que amenazaba con desencadenar una hambruna global como no se había visto nunca: de no haber sido por él, cientos de millones de personas que hasta entonces dependían de fertilizantes naturales para abonar sus cultivos podrían haber muerto por falta de alimentos.
Los historiadores narran que, esas propiedades del nitrógeno ya eran conocidas en siglos anteriores, siendo así que,
la demanda insaciable había llevado a empresas inglesas a viajar hasta Egipto para saquear los campos funerarios de los antiguos faraones en busca del nitrógeno contenido en los huesos de los miles de esclavos inhumados con sus dueños para que continuaran sirviéndolos más allá de la muerte.
Los gases de la muerte en la primera guerra mundial
El uso de armas químicas durante este periodo, se utilizó con el fin de debilitar y acabar con el enemigo, cambiando así el paradigma entender la guerra. Haber aseguró que éstos serían elementos que siempre deberían ser tenidos en cuenta en el conflicto.
La implicación de Alemania en este juego bélico químico no fue una consecuencia del azar, ni tampoco premeditada. Sino, que fue producto de la causalidad. Unos meses después de iniciada la guerra, el ejército alemán se comenzó a quedar sin el suministro de los nitratos chilenos para la fabricación de pólvora y explosivos tan necesarios en la contienda armada, esto debido al bloqueo marítimo británico. Ante tal situación, el Departamento de Materias Primas del Ministerio de la Guerra le propuso a Haber, en aquel momento director del Instituto Kaiser Wilhelm de Física, Química y Electroquímica de Berlín, que se pusiera al frente para intentar dar solución al problema.
Una vez frente al cargo, Haber organizó y dirigió, entre 1915 y 1917, las primeras armas de destrucción masiva conocidas, como una alternativa a la preocupante escasez de armas convencionales para el ejército alemán. En los primeros intentos en el campo de batalla, utilizaron el clorosulfonato de o-dianisidina, logrando una eficacia muy baja con este compuesto. Posteriormente el cloro, ensayado contra las tropas francesas el 22 de abril de 1915 en Ypres.
Este último sería primer ataque registrado con eficacia mortal históricamente con gas, el cual arrasó a las tropas francesas atrincheradas cerca de Ypres, en Bélgica. Este hecho ocurrió como ya se dijo, en la madrugada del jueves 22 de abril de 1915, cuando en sus trincheras los soldados vieron una enorme nube verdosa que reptaba hacia ellos por la tierra de nadie. En su paso lento y abrumador y mortífero, las hojas de los árboles se marchitaban cuando se veían envueltas por él, las aves caían muertas desde el cielo y los prados se teñían de un color metálico enfermizo.
Solo hasta que las primeras patrullas enviadas al silencioso campo de batalla llegaron a las líneas francesas, las trincheras estaban vacías, pero a poca distancia los cuerpos de los soldados franceses yacían por todas partes con las caras y los cuellos arañados intentando volver a respirar. Algunos se habían suicidado. Los registros históricos afirman que este primer ataque dejó 5.000 muertos y otros 15.000 más afectados.
|
Foto de National Geographic España. En la imagen se aprecia como el ejército alemán se servía de la dirección del viento para esparcir sus gases venenosos contra sus enemigos. |
Haber y la sociedad de hoy
Una vez finalizada la primera guerra mundial, Haber fue declarado criminal de guerra por los aliados. Tuvo que refugiarse en Suiza, lugar desde dónde recibió la noticia de que había obtenido el Premio Nobel de Química por aquel descubrimiento que había hecho poco antes de la guerra, y que en las décadas siguientes alteraría el destino de la especie humana. Llevando los niveles de población a cumbres inesperadas.
Los científicos de hoy saben que, el mundo moderno no podría existir sin el hombre que “extrajo pan del aire”, según palabras de la prensa de su época, aunque cabe aclarar que, el objetivo inmediato de su milagroso hallazgo no fue alimentar a las masas hambrientas. Sino que, como es usual en el campo científico, esto fue una consecuencia práctica de estos estudios. Con el nitrógeno de Haber, el conflicto europeo se prolongó dos años más, aumentando las bajas de ambos lados en varios millones de personas, cientos de miles de ellos aniquilados por las nieblas letales inventadas por el propio Haber.
Haber muere en Suiza en 1934 donde esperaba hallar refugio ante la persecución antisemita por parte de los alemanes.