Este paisaje del cielo israelí, es una imagen de la muerte, es un memento mori pavoroso, una especie de apocalipsis donde el cielo se viene abajo, quizá siendo todo lo contrario a la interpretación que en reiteradas ocasiones se ha hecho de aquella famosa pintura de Van Gogh. Pero, hoy está claro que no son proyectiles inmensos movidos por una “fuerza cósmica” que aquel artista imaginó; sino que de verdad, en la actualidad vuelan a velocidad vertiginosa en las alturas producto de la mano ambiciosa y llena de odio del hombre.
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Hámas, Israel. Mayo 11 de 2021. Van Gogh, 1889. La noche estrellada. Foto de edición propia. |
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Estamos a casi 132 años, desde que Vincent van Gogh escribió a su hermano Theo que había acabado “La noche estrellada”. No podría imaginarse -o tal vez, sí- en ese momento, que su su pintura mostraría en un modo figurativo, que cómo sobre aquella campiña provenzal, bajo aquel firmamento agitado de más de un siglo después, una noche el cielo se vería iluminado ya no solo por los astros, sino también por la luz de los misiles aéreos que se contraponen a él, en su pintura, la espiral de unas nebulosas, hoy son reemplazadas por las trayectorias de esos disparos coloreados de blanco, amarillo, naranja y escarlata.
En aquella obra, era la luz tenue del amanecer la que lograba acentuar las formas ondulantes de los montes que rodean el pequeño pueblo y de su cielo; en Hámas el pasado martes no fue la prolongada silueta del ciprés que se alzaba, como una oscura llama, a la izquierda de la pintura, en representación de la mortalidad de ese pueblo, sino que lo eran el enfrentamiento de los misiles.
Van Gogh creó su cuadro mirando a través de la ventana de su habitación, en el sanatorio de Saint-Paul-deMausole en Saint-Rémy, donde había decidido internarse -no del todo por voluntad propia-, sino que lo hizo debilitado por las constantes crisis nerviosas que desde hacía meses sufría en la cercana ciudad de Arles. La ventana de sus rejas que él reemplazó para pintar aquel paisaje, nosotros las vimos reemplazadas por la tecnología digital y el internet, y de modo análogo, el mundo vio esa noche israelí como Van Gogh miró ese cielo en su Noche estrellada, en un “en contacto directo con las cosas”, representadas de un modo parecido a como él las veía.
Los registros de sus cartas, muestran que varios meses antes, en septiembre de 1888, había escrito que la atenta observación del cielo le había revelado “que ciertas estrellas son amarillo limón, otras rosa, verde, azul, color nomeolvides”, y luego señalaba,
Está claro que no basta con colocar los colores como no son mostrados. Sino que, las imagino como inmensos proyectiles que, movidos por la fuerza cósmica, vuelan a velocidad vertiginosa en el vacío.
Lo anterior, puede ser el motivo por el cual, él compartió la creencia en la transmigración de las almas bajo otras estrellas. De manera irónica, la historia nos mostró ahora como esos proyectiles eran movidos, no por “fuerzas cósmicas” como lo planteó él, sino por ideologías religiosas, políticas y evidentemente, económicas. En la época en que se internó en el sanatorio, ya sintiéndose perdido y limitado por la fragilidad de su estado anímico, es posible que Van Gogh buscara en “los incontables planetas y soles” que se adivinan en el cielo de su obra,
La posibilidad de que algún día podremos pintar bajo condiciones de existencia diferentes y mejores.
La tenebrosa vista que tuvieron los habitantes de Hámas de aquella noche, quizá les hizo repetirse que, es muy posible que no haya para muchos de ellos, la posibilidad de pintar bajo condiciones de existencias mejores. Tal vez, bajo el ambiente tecnológico y militar preponderante en el globo que avanza a ritmos vertiginosos, para los que queden vivos, si lo sea pero en circunstancias diferentes. Muy diferentes.